miércoles, 14 de diciembre de 2011

La hija del espantapájaros

Paula, alumna de ESO en el Colegio El Valle-Valdebernardo, nos audio-recomienda esta obra de María Gripe.



Hola, soy Paula Charmes, alumna de 1º ESO - D, y os presento una nueva audio-experiencia lectora para nuestro blog Apuntes de lengua y para el proyecto Kuentalibros. En el capítulo de hoy os presentamos La hija del espantapájaros, de la autora María Gripe.

Loella, la protagonista, vive con sus dos hermanos gemelos en una casa en el bosque. Viven solos porque sus padres se han separado. Su padre, como no se hacía cargo de ellos, se ha ido en barco a viajar por el mundo, y su madre se ha ido a los EEUU a trabajar. 
Tiene una tía que se llama Andina que va de vez en cuando a lavarles la ropa y a llevarles comida. 
Loella hace tiempo que plantó un espantapájaros llamado Papá Pelerín para proteger las plantas y para protegerse de la gente. Un día encontró en el bolsillo de Papá Pelerín una carta de su madre. Decía que la iban a llevar al hogar de los niños en la ciudad, y sus hermanos pequeños se iban a vivir con una amiga de su madre llamada Agda.
El día que llegó la nieve Loella estaba preparada, aunque sus reservas desaparecieron rápidamente. Fue al pueblo a buscar comida, y cuando regresó, oyó el ruido de un motor. Era Agda y un hombre que la acompañaba. Se escondió tras unos matorrales y les escuchó. Agda decía que la madre de Loella le pagaba por cuidarle a los niños; también hablaban del padre de Loella. Dijo que la quería mucho, pero no se la pudo llevar porque su madre no se lo permitió. 
El personal del Patronato de menores fueron a buscarlos. Cuando llegó a la ciudad lo veía todo muy extraño y con mucho ruido, aunque pensaba que se encontraba allí por una razón: quizás sería para que viniese a buscarla su padre. Tía Andrea, la directora del hogar, le dio una habitación para ella sola.
Comenzó el colegio e hicieron un dibujo por el Día del Padre. Loella se lo quería hacer a su padre. Vino una chica nueva al hogar, Mona Frick, con la que Loella tuvo que compartir la habitación. 
Faltaba poco para que se derritiera la nieve.


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